c33e_pareja_nos.jpgLos miércoles no voy a la oficina porque estoy tomando un curso cerca de mi casa. Así que después de levantarme, bañarme y arreglarme, me dirijo a mi “oficina”… al otro cuarto de mi casa. ¡Qué trayecto tan corto! No podría pedir más. Por lo mismo, tengo más tiempo para “arreglarme”, y generalmente lo hago con la televisión prendida.  

Este miércoles estaba poniéndome muy fufurufa cuando apareció el avance de una telenovela de esas del Canal de las Estrellas. Vemos a don galán apareciendo en escena (y vaya que está galán el condenado), a doña lagrimita viéndolo embelesada y un abrazo cursi cursi: ella sentada con su ampón vestido y él, recargado en su regazo. Los dos llorando, claro está. Entonces… don locutor dice (en voz muy gruesa y trabajada) “Porque el amor duele”. 

Toingggg. ¿El amor duele? Si no duele, ¿no es amor? ¿Por qué nos venden esas historias del amor sangrante, del amor que tiene que sobrevivir enemil pruebas para que realmente valga la pena? 

El querido Raúl Mejía escribió algo al respecto en febrero (a propósito del tan publicitado mes del amor y la amistad) y hablaba de la pasión también, y según él la pasión es efímera. 

La cosa es que del amor tenemos una imagen bien cargada en cada una de nuestras neuronas. ¡Santos Problemas, Batman! Hay quien sueña con encontrar a su “Ricardo” de Rosa Salvaje (quién sabe por qué me acordé de esa novela, creo que fue la última que vi… ¡ah! No, “Muchachitas I”) para que la saque “del barrio” y la convierta en una dama. Y, señoras, señores, hay quienes se lo creen. 

Aquí don Gomís podrá decirnos a ciencia cierta si la gente de repente piensa que ellos, los actores, son en realidad el personaje de tal o cual programa… ha de ser raro.  “Bésame, Carlos Francisco Federico”… y el pelón con cara de pocos amigos (y sin inspiración ya, claro) agrega: “Me llamo Héctor, entiende”. 

Pero volviendo al tema, el amor idílico que nos venden… y nos compramos. Recuerdo que mi primer novio (allá por… ¿1990?) era bien guapo. Era un pochito, primo de una amiga, y no sé ni cómo nos entendíamos (medio hablaba español y yo de inglés nada más «Tatanka=Bufalo»). El romance fue súper bonito y bien bien blanco. Literalmente de manita sudada. Pero era básico que fuera guapo, si no ¿pues cómo? Tenía que ser así, ¿no? 

Después me fue interesando más la personalidad del galán en cuestión. Pero aún entonces estaba ese estereotipo idílico en la relación (importante), ya no tanto en el galán. Tiene que ser como la telenovela (o como la película).  

Una amiga escribió un texto sobre “la primera vez”, cuando uno espera que sea como de cine: abrazos perfectos, piel perfecta, peinado en su lugar, gemidos perfectos, hasta orgasmos sincronizados. ¿Y qué sucede cuando no es así? ¿Estará mal “la primera vez” de alguien si no es así? 

Entonces, si nos compramos todita esta imagen del amor perfecto de las películas, cualquier relación será menos que perfecta, porque, para empezar, no existirán esas intrigas súper revoltosas que vencer para alcanzar la gloria del amor. 

Pero también habrá quien piense que de verdad el amor debe doler. No vale la pena si es un amor feliz.  

¿Será eso el amor? ¿El amor de verdad duele? Sinceramente no me imagino sufriendo por el amado todos los días, todo el día; derramando lágrima a más no poder a fin de sentir que es “realmente amor”.  Pero he de confesar que a veces sí han pasado imágenes románticas por la cabeza… ¡demonios! Esas casi casi de una pareja en el bosque, en un súper picnic en donde las fresas cubiertas de chocolate (yummieee) y espumoso champagne (Asti Martini) son los invitados de honor para una cita perfecta… ¡Es que he caído en la trampa yo también! 

Independientemente de que La Lata sea una cursi perdida y sin remedio (aquí puedo ver a Surtidorico carcajearse) sí me cuestiono qué tanto es lo que realmente anhelamos y qué tanto ha sido incrustado en nuestro cerebro como “lo que debe de ser” (en este y todos los temas)… 

¿Será que para dejar de creer en ese amor que duele y empezar a creer en el que se disfruta, se goza, hay que dejar de ver televisión? ¿O simplemente enamorarse, hasta las manitas, de alguien de carne y hueso? Con todo y dolor… y gozo.

A ver si aguanto y convierto estos miércoles en posts de Amorssss. Ayer vi “XXY”, ¡qué fuerte!…